sábado, 24 de julio de 2010

Los olivos de Getsemaní

En la vertiente oriental del valle del Cedrón, al pie del monte de los Olivos, existen todavía algunos cercados; uno de ellos, comúnmente llamado el “huerto de los Olivos”, tiene una extensión de unos 1200 metros cuadrados, y se extiende a la derecha del sendero el monte de los Olivos. A este lugar se le ha llamado Getsemaní. Este nombre proviene de la forma griega del vocablo hebreo gat shmanim, que significa prensa de aceite. Los ocho olivos del huerto contiguo son muy antiguos, pero resulta difícil establecer su edad ya que renuevan tanto sus troncos como sus raíces, por lo que un árbol de aspecto juvenil puede tener raíces muy antiguas. La edad de estos olivos ha suscitado discusiones. Numerosos peregrinos antiguos, e incluso guías actuales, los consideran como retoños de los olivos de la época de Cristo. Estos viejos olivos los menciona por primera vez Luis de Rochechouart, obispo de Saintes, en el 1461; este eclesiástico afirmaba que eran aquellos mismos de los tiempos evangélicos. Un poco de historia nos puede ayudar. Durante el asedio de Jerusalén, en el año 70 d.C., los romanos destruyeron el campo circundante y cortaron todos los árboles necesarios para la construcción de terraplenes. La región se hallaba tan arrasada, que los soldados se vieron obligados a buscar madera a unos 17 ó 18 kilómetros de la ciudad. Añadamos que la tala de árboles alrededor de las murallas, facilitaba la vigilancia e impedía los intentos de huida de los asediados. El huerto de los Olivos debió de sufrir el mismo destino. Pero el dato clave proviene de lo que decía ya en el siglo I el naturalista Plinio el Viejo: el olivo no muere, sino que renace de su tocón. Pero esto no sucede siempre pues, por ejemplo, el hecho no se verificó para un noveno olivo de Getsemaní, ya que peregrinos del siglo XVII dijeron que había sido cortado, o muerto de viejo, y que no retoñó. Los botánicos no ignoran, además, que el tocón de un olivo, especialmente de un viejo olivo, no contribuye al estudio de su desarrollo vegetativo. Aquí la arqueología nos es útil. Entre los viejos olivos, fue descubierto un resto de mosaico bizantino, que pertenecía seguramente al pavimento de un anexo norte de la Iglesia del siglo IV. Además, uno de los olivos ocultaba incluso una tumba de la época de las cruzadas. Ya en 1909, durante las excavaciones de la Iglesia de los cruzados, con orientación distinta a la de la época bizantina, se verificó algo parecido: un venerable olivo, por su antigüedad y por la tradición local, reposaba sencillamente sobre el pavimento de la Iglesia medieval.

Este lugar, llamado por los peregrinos del siglo XIII, y siglos posteriores, “campo de las flores”, “huerto florido” aparece desde el siglo XIV, dividido en numerosas parcelas, por senderos y pequeños muros. En 1681, los franciscanos adquirieron la posesión del huerto de los olivos, del cual han mantenido el aspecto rústico. Para proteger los olivos, se vieron obligados a construir una cerca más alta, en el 1848, a la que sustituyó el actual nuevo muro del 1959.

Recientemente estuvieron unos expertos de la UNESCO analizando los olivos. Dijeron que sólo había dos sitios conocidos en el mundo, que tuvieran olivos tan antiguos: aquí y en Cerdeña. Y afirmaban que estos árboles al menos tenían 2000 años de antigüedad.

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