sábado, 12 de marzo de 2011

Las tentaciones y el desierto

Ha comenzado la cuaresma y el primer domingo leemos en la Santa Misa el Evangelio de las tentaciones en el desierto. Vamos a hablar del desierto, el lugar elegido por el Señor para ayunar 40 días y 40 noches. El desierto y la entrada en la tierra prometida es una imagen tipo para hablar de la vida eterna. También lo es el jardín del Eden, donde vivían Adán y Eva.
Es importante el simbolismo del número 40. En la Biblia hay que fijarse en los dos números, el 10 y el 4, y en su multiplicación: 10 x 4. El 10 es un número que señala el misterio de la perfección. Y el 4 significa el mundo pues tiene 4 partes: norte, sur, este y oeste. Así, Jesús ayuna de manera ferfecta -es perfecto Dios y perfecto hombre- y lo hace en este mundo. Este número 40 aparece cantidad de veces en la biblia: los 40 años en desierto que pasaron los israelitas en el desierto, los 40 días que van a la tierra prometida para reconocer el país... Pero la expresión que se utiliza en el Evangelio de las tentaciones es que pasó 40 días y 40 noches. Se trata de una afirmación más especifica. Y esta expresión también aparece en varias ocasiones en la Biblia: cuando Moises subió al monte Sinai lo hizo 40 días y 40 noches. En el primer libro de los Reyes se dice que Elias después de comer anduvo 40 dias y noches hasta el Sinai. El 40 es un tiempo de preparación para una vida nueva, una Epifanía, y siempre hacia el Sinaí, que simboliza en encuentro con Dios.
Vamos a ver ahora cómo se estructuran las tentaciones. Se puede observar cómo el diablo siempre cambia de táctica según la respuesta de Jesus. Primero lo conduce a Jerusalen y comienza atacándole a su imaginación. "Entonces Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto para ser tentado por el diablo. Y después de hacer un ayuno de cuarenta días y cuarenta noches, al fin sintió hambre. Y acercándose el tentador, le dijo: «Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en panes. Mas él respondió: «Está escrito: No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios». Le tienta con algo que no ve, ataca a su imaginación sabiendo el hambre que tenía Jesús.
La segunda tentación del diablo es con una cita, pero Jesús le contesta con otra cita: "Entonces el diablo le lleva consigo a la Ciudad Santa, le pone sobre el alero del Templo, y le dice: «Si eres Hijo de Dios, tírate abajo, porque está escrito: A sus ángeles te encomendará, y en sus manos te llevarán, para que no tropiece tu pie en piedra alguna». Jesús le dijo: «También está escrito: No tentarás al Señor tu Dios». El diablo se da cuenta de que con citas no ganará a Jesus. Y entoces, decide cambiar de táctica, y le presenta a su vista todos los reinos del mundo. Deja la tentación de la imaginación para pasar a la de la vista. "Todavía le lleva consigo el diablo a un monte muy alto, le muestra todos los reinos del mundo y su gloria, y le dice: «Todo esto te daré si postrándote me adoras.» Dícele entonces Jesús: «Apártate, Satanás, porque está escrito: Al Señor tu Dios adorarás, y sólo a él darás culto».
La primera tentacion es de la carne: que las piedras se conviertan en pan para que te puedas alimentar. La segunda es de presunción: tentar al Señor para que demuestre su poder. La tercera es la concupiscencia de los ojos: si le adoraba le daría el poder y el dinero. Estas tres tentaciones también se dan en el genesis, en la tentación a nuestros primeros padres: el fruto que era bueno para comer, era vistoso y agradable para los ojos, y supondría llegar a tener poder, sabiduria.
La temática de las tentaciones en el desierto son siempre alrededor de la piedra y la caida: haz que estas piedras se conviertan en panes..., tirate al vacío que no tropezarás en piedra alguna... , si te postras en el suelo y me adoras te daré todo esto... Al final se cumple toda la palabra de la escritura, también la que citó el diablo, que es del Salmo 90: "Pues a sus ángeles mandará acerca de ti, que te guarden en todos tus caminos. En las manos te llevarán, para que tu pie no tropiece en piedra alguna". Se cumple esa escritura en sentido verdadero. El salmo 90 habla de las pruebas del justo. Dios salva al justo si confía en Él.
La conclusión es que no podemos transformar en un Dios ni la carne, ni dinero, ni el poder. Hemos de confiar tan solo en el Señor, y entonces los angeles nos serviran y entraremos en la tierra prometida, la patria celestial.