viernes, 24 de agosto de 2012

Peregrinación de ciegos a Tierra Santa


Recibí la visita en casa de D. Julián Díez-Antoñanzas, amigo de Zaragoza, que pertenece a la Sociedad sacerdotal de la Santa Cruz y es párroco en esa ciudad. Ante mi asombro me contó que venía de peregrinación con un grupo de ciegos. Le hice varias preguntas para saber cómo era la peregrinación a Tierra Santa de una persona que no podía ver. Después he leído una entrevista que le hicieron sobre esta peregrinación y me gustaría reproducirla por su interés.
"D. Julián, ¿puede una persona ciega aprovechar una peregrinación religiosa a Tierra Santa, cuando parece que todo se basa en poder “ver” los distintos lugares en los que se desarrolló la vida de Jesús?
A los ciegos les gusta viajar, incluso “ver” películas (así se expresan ellos). A través del sonido se hacen una idea bastante real de las cosas. Están acostumbrados a pasar por los lugares sin especiales indicaciones. Por eso creo que para un ciego es más fácil “conectar” con la tierra de Jesús que para alguien que ve, porque no le distraen los edificios modernos, los coches, los postes de la luz… El ciego siente la geografía, paladea el clima, asocia los sonidos naturales a los que escuchó Nuestro Señor… Saben que están en un lugar santo, los guías y acompañantes les describen las cosas, y eso les ayuda mucho. Tocan, palpan la piedra, porque para ellos el sentido del tacto es esencial. Y con su imaginación completan el cuadro.
¿Tuvieron algún problema en la entrada al país?
Desde el propio viaje en avión en una aerolínea israelí hasta la llegada al aeropuerto fuimos tratados de modo excelente por las autoridades de Israel. Pusieron todo tipo de facilidades y amablemente agilizaron los trámites.
Jesucristo curó a varios ciegos a lo largo de su vida. ¿Se ha producido también algún milagro estos días?
Al llegar a Jerusalén varios empezaron a pedir en tono de broma “llévenos a Siloé, que para eso hemos venido…”. No se podía ir al lugar donde el Señor curó al ciego de nacimiento, pero entonces advertí que los ciegos tienen mucho sentido del humor, que les gusta hacer bromas relacionadas con su limitación.
Y lo cierto es que ellos iban a ver con los ojos de la fe, y creo que han cumplido sobradamente su deseo. Han regresado muy removidos religiosamente, y todos con la convicción de que habían “visto” la tierra del Señor.
Uno de los peregrinos ha dejado escrito: “Junto al Cenáculo pudimos tocar el relieve en bronce que representa al colegio apostólico, acariciando la figura del Señor que hace de puerta del Sagrario”. ¿La fe necesita de los sentidos?
Sí. La Encarnación y los Sacramentos son la materialización del amor de Dios para que podamos palparlo con los dedos. Junto al Cenáculo recorrieron un gran retablo en bronce con las figuras de los apóstoles y de Jesús en la Última Cena. Pudieron palpar la gruta de la Encarnación, que está cerrada para los peregrinos, pero a ellos les dejaron. Nos impresionó mucho, cuando cerraron la Basílica, cómo en silencio uno por uno entraban para tocar las paredes, la estrella donde indica que el Verbo se hizo carne...
Les impactó poder mojar sus manos con el agua del Jordán, y también tuvieron el privilegio de tocar uno de los olivos más antiguos de Getsemaní, porque el hermano franciscano custodio del lugar les permitió pisar el jardín con la condición de que no arrancaran ninguna hoja. Se abrazaban al olivo centenario y salían emocionados. Esa noche hicieron una hora de adoración ante el Santísimo delante de la roca de la agonía, y también pudieron confesarse. Fue uno de los momentos más impresionantes.
"Ellos iban a ver con los ojos de la fe, y creo que han cumplido sobradamente su deseo"¿Cómo se vive el espíritu del Opus Dei, tan unido a la vida ordinaria, en una ocasión extraordinaria como ha sido esta peregrinación?
Es muy fácil vivirlo en una peregrinación a Tierra Santa. En realidad, vivir las normas del plan de vida y el espíritu de servicio es lo ordinario, y más con estas personas. Y hay que tener en cuenta que el espíritu de peregrinación también es ordinario, porque es espíritu de vigilancia, de conversión, de estar en camino hacia Dios… Eso puede vivirse en cualquier circunstancia.
¿Qué ha aprendido de estas personas ciegas?
A mirar con más profundidad las cosas, a contemplar, a captar aspectos que el bullicio de la vida en ocasiones no deja ver con claridad. Ellos perciben con todo su ser, porque cuando uno no puede ver con los ojos se esfuerza con el resto de su persona.
Además, los ciegos son personas muy organizadas, necesitan tener siempre cada cosa en su sitio, y son muy puntuales, facilitaron la peregrinación al máximo; diez minutos antes de cada cita ya estaban todos preparados.
Supieron prescindir de las comodidades de los hoteles para estar en las residencias de los franciscanos, junto a los lugares sagrados, y poder emplear el tiempo libre en pasar (siempre acompañados) a los lugares sagrados. Y también era muy contagiosa su alegría, su sentido del humor; rebosaban felicidad.

Fuente:Artículo de la web Opus Dei


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