sábado, 3 de agosto de 2013

La Transfiguración II


La exploración arqueológica en el Tabor ha puesto de manifiesto la existencia de un santuario en el siglo IV o V —que algunos testimonios antiguos atribuyen a santa Elena—, construido sobre los vestigios de un lugar de culto cananeo. Más adelante, las narraciones de algunos peregrinos de los siglos VI y VII se refieren a tres basílicas, en recuerdo de las tres tiendas mencionadas por san Pedro, y a la presencia de un gran número de monjes. De hecho, se ha encontrado un pavimento en mosaico de esa época, y consta que el Concilio V de Constantinopla, en 553, erigió un obispado en el Tabor. Durante la dominación musulmana, aquella vida eremítica fue decayendo, y en el año 808 se encargaban de las iglesias dieciocho religiosos con el obispo Teófanes.


A partir del año 1101, y mientras duró el reino latino de Jerusalén, se estableció una comunidad de benedictinos en el Tabor. Restauraron el santuario y levantaron un gran monasterio, protegido por una muralla fortificada. Esta no fue suficiente para resistir los ataques sarracenos, que conquistaron la abadía y, entre 1211 y 1212, la convirtieron en un bastión de defensa. Aunque se permitió a los cristianos volver a tomar posesión del lugar algo después, la basílica fue de nuevo destruida en 1263 por las tropas del sultán Bibars.

El monte quedó abandonado hasta la llegada de los franciscanos, en 1631. Desde entonces, consiguieron mantener la propiedad no sin dificultades; estudiaron y consolidaron las ruinas existentes, pero aún debieron pasar tres siglos para que fuese construida una nueva basílica: la actual, terminada en 1924.

Hoy en día, los peregrinos suben al Tabor por una carretera sinuosa, trazada a principios del siglo XX para facilitar el abastecimiento de materiales durante la construcción del santuario. La llegada a la cima está marcada por la puerta del Viento —en árabe, Bab el-Hawa—, un resto de la fortaleza musulmana del siglo XIII, cuyos muros rodeaban toda la planicie de la cumbre. En el lado norte de esta extensión, se encuentra la zona greco-ortodoxa; y en el lado sur, la católica, a cargo de la Custodia de Tierra Santa.

Desde la puerta del Viento, una larga avenida flanqueada de cipreses conduce hasta la basílica de la Transfiguración y el convento franciscano. Delante de la iglesia, pueden verse las ruinas del monasterio benedictino del siglo XII, aunque también hay vestigios de la fortaleza sarracena. De hecho, esta se edificó aprovechando los cimientos de la basílica cruzada, los mismos sobre los que se apoya el santuario actual, de tres naves, que ocupa el plano del precedente.

La fachada, con el gran arco entre las dos torres y los frontones triangulares de las cubiertas, transmite al mismo tiempo bienvenida e invitación a elevar el alma. Al atravesar las puertas de bronce, esta sensación se multiplica: la nave central, separada de las laterales por grandes arcos de medio punto, se convierte en una escalera tallada en la roca que desciende hasta la cripta; y encima, muy elevado, destaca el presbiterio, que tiene detrás un ábside en el que está representada la escena de la Transfiguración sobre un fondo completamente dorado. La evocación del misterio queda subrayada por una particular luminosidad, conseguida gracias a los ventanales abiertos en la fachada, los muros de la nave central y el ábside de la cripta.

El proyecto de la basílica respetó, incluyéndolos, algunos vestigios de las iglesias anteriores: junto a la puerta, las dos torres se construyeron encima de unas capillas con ábsides medievales, hoy dedicadas al recuerdo de Moisés y de Elías; y en la cripta, aunque la bóveda primitiva cruzada fue cubierta por un mosaico, el altar es el mismo y también quedan a la vista restos de mampostería en los muros. Además, recientemente se excavó una pequeña gruta al norte del santuario, debajo del lugar identificado como el refectorio del monasterio medieval: las paredes contenían inscripciones en griego y algunos monogramas con cruces, rastros quizá del cementerio de los monjes bizantinos que habitaron la montaña.

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